Gasolinazo: advertencia de un venezolano a los mexicanos

Gasolinazo: advertencia de un venezolano a los mexicanos

Estos días nos sorprendió con la noticia del estallido de protestas, cierre de vías y saqueos en México producto del alza de los precios de la gasolina que empezó a hacerse efectiva a partir de este mes, y el cual ya ha sido denominado como el “gasolinazo” (les recomiendo este artículo de BBC Mundo que explica mejor esta situación). Como venezolano, inevitablemente el que un aumento del precio de la gasolina origine una ola de protestas y saqueos que se salga de control me recuerda a un hecho que marcó la historia venezolana: el Caracazo de 1989, y que hace que sienta necesario hacerles una advertencia a los mexicanos.

Pero primero, algo de contexto. Era finales de febrero de 1989, y el Presidente Carlos Andrés Pérez, que no tenía ni un mes de asumir el cargo, que vio como la renta petrolera, los subsidios, el proteccionismo y el gasto público ya no eran sostenibles para la economía, anunció la primera de las medidas con las que planteaba reformar la economía del país, : un aumento del precio de la gasolina. Adelantándose a la medida, los conductores de autobuses en la ciudad de Guarenas (ciudad satélite de Caracas) subieron los precios de los pasajes, lo que comenzó una ola de protestas que se terminaron por expandir al resto del país, que al final obligo al gobierno a desplegar a las FF.AA. para restablecer el orden, dejando un saldo de muertos y destrucción.

Durante el resto del gobierno de Carlos Andrés Pérez, la negativa de la amplia mayoría de la sociedad de aceptar unas reformas económicas que hicieran la economía menos dependiente del petróleo, más productiva y sostenida por la iniciativa privada llevo dos golpes de estado frustrados contra el gobierno, y eventualmente a que sus enemigos políticos lo acusaran de malversación de fondos, un juicio, a la salida abrupta del poder de Carlos Andrés Pérez en 1993, y a un daño en la imagen de los partidos políticos tradicionales y a la democracia que crearían el caldo de cultivo para la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999.

Mi preocupación sobre el gasolinazo es simple: que se proteste por mantener algo imposible de mantener. Una cosa es exigirle al Estado hospitales y escuelas gratuitas o subsidios que beneficien a los más pobres (por ejemplo, para comprar comida), ya que son funciones propias del Estado y, considero, parte de lo que ayuda a asegurar la estabilidad necesaria para la democracia, pero todo esto siempre debe ser tomando en cuenta un simple hecho: nada de eso es gratis, ni siquiera para el Estado, y alguien debe pagar por ello, tarde o temprano y de una forma o de otra; ya sea con el ingreso petrolero, con deuda o con impuestos, lo que el Estado debe hacer para mantener las aspiraciones de la sociedad tarde o temprano se termina pagando, y por lo tanto, para asegurar una democracia sólida, tanto las exigencias deben ser razonables y el cómo se pagan debe ser sostenible a mediano y largo plazo.

Simplificando al extremo la historia política venezolana, la fuerte democracia venezolana nacida en 1958, que fue ejemplo ante el mundo en una época donde nuestra región estaba plagada de dictaduras, decayó cuando la sociedad entera se negó a reconocer que el petróleo no podía, por si solo, sostener una nación basada en los subsidios, proteccionismos y una economía basada en el gasto público; nuestra sociedad se obsesionó hasta tal punto en negarse reconocer esta verdad, en negarse en cambiar a un modelo más sostenible basado en una economía productiva, competitiva y diversa (pero menos cómoda que solo vivir del Estado), en regresar a la época en que ese modelo brillo por el primer boom petrolero de la década de los 70, que terminó dándole todo el poder al que prometió revivir esa fantasía de riqueza irreal del imagino popular: Hugo Chávez Frías, que por pura suerte tuvo un segundo boom petrolero que nos revivió esa fantasía hasta que a Nicolás Maduro se le desinflo y nos mostró las consecuencias de negarse a aceptar la realidad.

Por eso les advierto a los mexicanos: no traten de sostener una fantasía basada en los subsidios, reconozcan que la realidad implica que el Estado no puede hacerlo todo, que una democracia fuerte sobrevive solo cuando se sustenta en bases solidad y reales, no en mentiras que terminarán pagándose con deudas o más impuestos que tarde o temprano ya no podrán pagar.

Venezuela se emborrachó en el dinero del petróleo, y cuando ya no nos alcanzó, nos endeudados para mantener la fiesta, y cuando tampoco nos alcanzó, callamos a todo el que nos advirtió y apoyamos a un hombre que, por pura suerte y sin proponérselo, gano la lotería del auge del precios petroleros y siguió con la fiesta de una forma todavia más irresponsable que sus antecesores en la Presidencia. Ahora estamos con la resaca, sin dinero, endeudados luego de malgastar el dinero de esa lotería, y con todo el poder en manos de unas personas que son de todo menos un ejemplo de democracia y libertad (y sin olvidar que quieren imponer una ideología socialista que solo empeora lo que ya es una mala situación).

México no debería protestar contra una reforma energética que busca sincerar los precios; debería es pedir la justificación al alza y exigir una contraloría adecuada a como se maneje las finanzas del Estado, vigilar que el dinero producto de dicho aumento se justifique y sea usado adecuadamente y luchar por tener una economía productiva, diversa y competitiva que se sostenga sola. Luchar por tener algo basado en la realidad y que se sostenga por su cuenta es la clave que puede ayudar a México en el futuro, a lograr una base esencial de la democracia, porque lo contrario, luchar por mantener una fantasía solo porque esta es más cómoda y fácil de vivir en el corto plazo es lo que hizo Venezuela, lo que llevó a votaramos por un populista, y miren como terminamos.

Fuente de imagen: BBC Mundo